Mi Bandera

Cubrir a Club Deportes Antofagasta es lo mejor que me ha pasado dentro del periodismo. Un sueño que realmente nunca pude rotular como parte de una ruta existencial que me instara a decir desde muy temprana edad “esto es lo que quiero hacer por el resto de mis días”. Si bien el amor por el fútbol y la escritura siempre han estado presentes en mí desde muy chico, la vida a veces nos hace transitar hacia la concreción de metas dependiendo de la necesidad y no lo que uno visualiza como ilusión. Eso pasa mucho en la profesión, y aquí no pretendo generalizar, pero mi deseo es ser completamente honesto con ustedes.

Desde mi titulación jamás elegí donde trabajar. A pesar de tener toda la convicción del mundo nunca entré a un lugar diciendo “aquí quiero sumar experiencia así que contrátenme”. No provengo de una familia ligada a las comunicaciones. Soy el primer periodista/futbolero en nuestro árbol genealógico. Mi viejo, carente de cualquier nexo político, tampoco me aseguró puertas abiertas como para ejercer algún tipo de nepotismo. Curiosamente, en todas las entrevistas de trabajo que me han permitido desarrollar mi estilo, siempre tuve que responder a la consulta de si pertenezco a algún sector político, ya sea militancia activa o alguna ficha firmada en el olvido.

Ajeno a todo lo que se habla en redes sociales o en las mesas de cualquier hogar, la búsqueda de paz interior ha sido una bandera que he llevado constantemente en mi espalda porque reconozco algo que seguro en este país puede ser considerado un defecto, y si lo es recojo el guante sin problema. Me refiero a reconocer la mediocridad y no ser parte de ella. En vez de congeniar y aceptarla, muchas veces he decidido el aislamiento para evitar justamente el arte del “lobby” que nunca lo entendí, y quizás por eso nunca lo he jugado tampoco. Jamás he tolerado ningún tipo de mierda, y no digo que sea la persona que más la ha comido, por ningún motivo, pero me refiero específicamente al periodismo y sus componentes. A lo que hay detrás de una pantalla que para el ojo humano seguramente es imperceptible de observar; justamente toda esa mediocridad que habita en los “backstage” de una escuela de periodismo, un canal de televisión, un diario, medio digital, o hasta de una cuenta de Instagram.

Quiero proponer un ejemplo que ojalá al leerlo se entienda. Estructuralmente en lo que se refiera a contenidos fundamentales de la carrera, el periodismo tiene una línea muy similar a lo que simboliza la anatomía en el estudio de la medicina. Se me hace indispensable compartir el recuerdo de mi primer año frente al profesor del ramo “Introducción al Periodismo (I y II)”. Un tipo que por jerarquía debía estar al frente mío para “enseñarme” porque así lo disponía la escuela en ese tiempo. Él era una especie editor en La Estrella de Valparaíso, donde todas las portadas siguen siendo una oda al amarillismo que hoy la población no tolera más. Ya en esos tiempos podía olfatear su vulgaridad, pero como todo dogma, él era el dueño del aula sólo por ser el profesor de la cátedra. Algo que no era mi responsabilidad controlar. Lo mío era pasar el ramo haciendo lo mejor con las herramientas precarias que nos daba el viejo.

Cuento corto. Pasé el ramo, pero no aprendí nada con él. Mi base narrativa ya venía conmigo. Nadie (y menos él) me iba a enseñar a escribir, aunque en el periodismo hay una serie de conceptos básicos que se deben saber. Primero qué es la noticia para luego reportear y poder titular como la gente; con un epígrafe y “lead” para desarrollar un cuerpo. Fácil. Me quedo con este ejemplo porque esa mezquindad intelectual la sigo viendo y lamentablemente me la sigo fumando por ese código que me han dicho es muy bueno, que es el “ya-ya, sí-sí”. En términos prácticos, el perfeccionamiento de hacernos los giles cuando lidiamos con mentes que cognitivamente no están en la misma sintonía de uno. Yo acepto que muy seguramente tampoco esté a la altura de debatir sobre energías nucleares o astronomía con un experto. Hablo de periodismo nada más, y todo lo que ese puto profesor hizo por mí durante un año académico fue hacerme pensar que no quería ser como él: un mediocre.

Sobre las últimas semanas, he vivido muy de cerca toda esta efervescencia social nacional, donde la mayoría de compatriotas que marchan por dignidad son estudiantes como yo lo fui. Muchos tristemente han sido mutilados simplemente por pensar diferente. Eso hace que ponga en perspectiva todo lo que soy y de lo agradecido que debo estar por hacer algo que realmente amo, aunque esté inserto en un ecosistema de mierda como es el periodismo deportivo en Antofagasta. Honestamente me da vergüenza compartir el mismo cartón que muchos de estos impresentables, e incluso peor, de tipos que quieren hacer lo que yo hago sin preparación alguna. ¿Se imaginan yo me parara afuera de un centro asistencial ofreciendo suturas y tratamientos ambulatorios para heridas o malestares? ¿Nadie es capaz de hacer esa comparación? ¿Se imaginan que les ofrecieran hacer el mismo trabajo que un ingeniero calculista sin saber nada de construcción? No es que quiera apuntar a nadie con el dedo, pero a veces hacerlo no está nada de malo. Me cuesta entender que la gente, no necesariamente el futbolero, sino que todos, no logren comprender el estándar mínimo que tienen todas las profesiones. Nos llenamos la boca hablando de ética, de capacidad. La famosa “meritocracia”, y cuando abren un diario o miran el televisor para saber de alguna noticia, son incapaces de interpretar si lo que tienen al frente calza con este mínimo de profesionalismo que debemos tener todos en cada cosa que hacemos cuando nuestro trabajo está constantemente siendo evaluado para rendir ante una exigencia que sencillamente es la que permite vivir. Esa es la realidad en nuestro país, ¿o no?

El periodismo deportivo chileno durante las últimas semanas demostró su verdadera cara, que no es representativa de nadie y que desnuda una triste realidad. En los medios tradicionales bajo ningún punto de vista están “los mejores”, sino los “amigos de” y los “auspiciados por”. Cubriendo al Puma lo mismo. Si quieren hacemos una lista y vamos uno por uno nombrando a quienes intentan ganarse unos pesos a costa del periodismo sin tener la más puta idea de hablar ante un micrófono y menos de mostrarse ante una cámara a rostro descubierto para informar. Espero que no lean esto de una forma pedante, insisto, pero la falsa modestia también es soberbia y cuando planto mi bandera para decir que soy el periodista deportivo #1 de la ciudad no me tirita ni un segundo los dedos mientras fluyo en el teclado.

Lo que definimos como “cobertura de equipo grande” en Estamos Al Horno no lo aprendí en la universidad amigos, no existe el periodismo deportivo en ninguna escuela de comunicaciones en Chile. Y no lo comento de manera negativa, es al revés, porque ahora todo tiene sentido. Aunque en las calles haya una idea de caos en general, a nivel comunicacional muchos personajes han cometido errores y sus máscaras se han quebrado en el piso. No aportan nada materia profesional y más allá de mi camiseta o mi ubicación geográfica, me siento tranquilo al no ser un “panqueque” de la capital. Soy libre de opinar y sentir toda esta compasión por el sueño de un Chile mejor y no porque quiera más poder o dinero. Sino porque entiendo que aquí el estándar de calidad es bajísimo, y como ciudadano pido algo mejor porque es hora de merecer lo mejor.

No saben cuánto me he desvelado por noches eternas pensando que no puedo morir sin ver a Club Deportes Antofagasta campeón. No necesito nada más que eso. Y justamente fue ese el impulso para dar un paso al frente y trabajar como voluntario y formar lo que ustedes ya conocen junto a #Cojeli y #Moi. La lucha por supuesto que continúa. Gracias a la presión del poder por que vuelva con urgencia la Liga Chilena, el deporte llamado fútbol se ha metido también en la agenda social. Ya habrá tiempo de profundizar sobre la Ley 20.019, que “regula las Sociedades Anónimas Deportivas Profesionales”; la Ley 19.327 sobre “derechos y deberes en el fútbol profesional (Estadio Seguro)” y la Ley 19.733, sobre “libertades de opinión e información y ejercicio del periodismo”. Yo pido que las tres deben estar cuando hablemos de cambios sustanciales para nuestro futuro.

 

Marcelo Cheloi